En el recorrido por los textos que dan cuenta de María Magdalena en los evangelios, se produce un asombro escondido al confirmar las pocas veces que se la nombra. Y ya no hacen falta las explicaciones acerca de su historia tantas veces confundida o distorsionada.
¿Qué historia sería la nuestra si ella no hubiera partido presurosa a gritar que había visto a su Raboní? Como María servidora preñada de nueva historia yendo a visitar a Isabel preñada de profecía, Magdalena corrió para anunciar nueva vida.
¿Cómo se hubiera abierto la posibilidad de entender lo que Jesús venía anunciando si nuestra amiga de Magdala no hubiera despertado a la novedad que la presencia resucitada de su maestro le estaba imponiendo? Escuchó, secó sus lágrimas y obedeció. “María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras”, dice Juan.
¿Qué sería de cada persona creyente si no viera en esta mujer a la caminadora eterna que grita sin demora que Jesús vive hoy?
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