Son mis amigas desde mi infancia. Tuve el desapego arraigado en mi vida desde muy niña. Vivía en el campo y, para que pudiera ir a la escuela, muchas veces me quedaba a dormir en el pueblo en la casa de mis dos tías. Maravillosos tíos y tías que me hicieron hermosa esa etapa. Era feliz en ambas casas y muchas veces no quería irme a la mía cuando mi padre me pasaba a buscar. Así que, de lunes a viernes, ya empecé a trazar distancia con mis padres.
También sucedía que me iba acostumbrando a la distancia con mi hermano mayor que estaba pupilo desde el primario. Luego el secundario y luego la universidad en Buenos Aires.
Antes de cumplir los doce, ya había ingresado como pupila en un colegio en Ramos Mejía. Después de cinco años, ya me quedé en la gran capital. Es decir, lejos de mis padres, de mi hermano menor, mis familiares más cercanos, de mis amigos y amigas de la infancia. Un poco más cerca de mi hermano mayor.
A los 21 me fui a vivir a Barcelona por ocho años. Mi pareja, mis dos hijos y algunos amigos que se habían anticipado. Más lejos de todos. Encaminé vida con nuevas amistades y algo de familia que vino detrás nuestro. Vuelta a Buenos Aires. Otra vez vivir la distancia de tanta gente nueva. También tan querida. Y de nuevo, volví a Barcelona por dos años. Otra vez a Buenos Aires y, finalmente, venida a Neuquén y quedada.
Entonces, cuando sucede que inauguro una amistad a la distancia, ya sé que estoy cubierta de antemano por la preciosa opción de habitarnos sin miedo.
Kilómetros y despedidas
Demasiados kilómetros. Demasiadas estaciones terminales de colectivos, trenes y aeropuertos. Alegrías en las bienvenidas y dolores profundos en las despedidas. Aún lloro cuando veo a quienes se despiden en algún lugar de estos. Y me muero de amor cuando es un recibimiento y puedo emocionarme con esas personas.
Experta en distancias. Licenciada en kilómetros: mi hijo, nuera y nietos viven en Buenos Aires, además de grandes amigos y amigas. Doctora en amor al estilo transoceánico: mi otro hijo lleva años en Barcelona.
Finalmente, como experiencia de lo que puede significar otra distancia, hace varios años atrás, en la partida de un amigo, tomada de su mano, pude saber que el instante de la muerte es la medida de la distancia en la eternidad misma. Francisco nos viene diciendo que el tiempo es superior al espacio. Una clave para entenderla.
La distancia es un elástico
Tengo amigos y personas muy cercanas en Europa, en algunos lugares de la América del Norte y América Latina y en todo el territorio argentino. Tengo familia desparramada de igual manera. Y siempre –y siempre es siempre– pude cultivar el amor a la distancia y en la distancia misma.
Porque la distancia entre las personas que se aman es como un elástico extendido desde el alma y el espíritu de una persona al alma y el espíritu de otra. Vínculo especial y exclusivo. Nunca es una posibilidad colectiva. Es un elástico único, sagrado e irrepetible como cada una de las vidas. (*) Cada una toma el elástico de una punta y se estira hasta esa otra que lo toma de la otra punta.
Siempre al unísono, en consciencia de cada una, con la inmensa libertad que da tener el elástico presente en cada instante.
El elástico tiembla, se mueve, a veces se cae como en un precipicio, marca ritmos y pausas y se duele cuando no hay manifestaciones de ambos lados. Hay momentos de exquisita tensión entre las partes y es cuando el elástico siente que puede llegar a cortarse de tanta vida, en tal intensidad, en tanta altitud de frecuencia. Hay instantes de alerta cuando de un lado pasa algo que está doliendo, preocupando, aconteciendo y genera preocupación o extrañeza. Es cuando el celular empieza a sonar y comprobamos que algo pasaba. Hay espacios cotidianos que se saben poblar de mariposas en el estómago cuando del otro lado pasa lo mismo. Que lo confirmen los enamorados.
Ahora, en este tiempo de chats y virtualidad, la distancia se acorta y el elástico se adapta. Salta de felicidad con los encuentros del zoom o en una video conferencia, cuando recibimos un mensaje, cuando hay una canción especialmente dedicada o una oración, un emoticón, un minuto del día especialmente dedicado. Hay mensajes en los estados del guasap y en las historias de las redes.
Amigo del silencio
Pero a veces, el elástico se hace cómplice del silencio. Aprende a dejar que la soledad que uno o los dos sienten se haga piel. Ambos lados pueden saber o no porqué ocurre, pero sucede. Y el elástico queda inmóvil para no mancillar ese tiempo, pero extendido y alerta, siempre presente entre ambos. Quizá en una de las tensiones de mayor resonancia interior.
Doy gracias a Dios por cada una de las personas que estuvieron y están en la otra punta del elástico que tengo atado de manera singular. Por las que sé que estarán vaya donde vaya y esté donde esté. Y pido disculpas a las que a veces no sé cómo volver después de mucho tiempo sin elástico. Habrá que comprar uno nuevo y volver a vestir de Esperanza los sueños.
Esta experiencia en distancias nunca me permitirá enarbolar ningún título ni premio Nobel. Porque cada día que pasa, en la extensión del elástico, con cada persona, voy transitando la excelsa y preciosa experiencia de ser vivos y estar vivos. Caminamos como funambulistas diestros para que cada madrugada nos asombre ante la certeza de que esa conexión es única y vital para seguir amando. A la eternidad.
LC
16 de septiembre de 2023
(*) Referencia al libro El funambulista de Jean Genet.