Dijo Orson Wells: “Nacemos solos, vivimos solos y morimos solos”. Son los extremos de una verdad que suele ser dura de concebir en su extrema profundidad, cuando nos permitimos creer y sentir que, mientras tanto, transcurre la vida de cada persona humana sobre la tierra.
Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de soledad? ¿Qué soledad? ¿Cuál soledad?
Sobre todo, en este tiempo de navidades y fiestas de fines de años, se balbucean algunas respuestas y, a nuestro razonamiento común, se la presenta como un sentimiento: me “siento solo/a”. Y esta manera de verlo puede taladrar las cabezas y horadar los corazones de cualquiera. “Está solo”, “se siente sola”, “estoy solo”. Nos acordamos de quienes están solos y solas en los geriátricos, en los hospitales, en las cárceles o en sus propias casas sin hogar (y también rodeados de familiares).