En este tiempo que vivimos, que no es peor que otro sino el que nos toca vivir, vemos con cierto desasosiego los sucesos que nuestra realidad nos plantea y muchas veces nos sentimos impotentes o desanimados. Si otros hubieran bajado los brazos antes, nosotros no estaríamos aquí.
Se habla de muchas maneras de salir a dar esta batalla, como si se tratara de un campo de guerra. Se habla de las grietas que construyen los discursos de otros y nosotros las compramos, poniéndonos en una vereda u otra. Se habla de lo que hay que hacer y estamos paralizados las más de las veces. El papa Francisco nos repetía que nos quedamos enredados en el “habríaqueísmo”. El laberinto de lo que “habría que hacer” no nos deja lugar a lo que puedo, quiero y debo hacer.