Reflexiones

Amistad

En el día de la Amistad

Desde hace mucho tiempo, me pasa que quiero vivir en la esencia de los vínculos y no en la apariencia.

Quiero la certeza pura de lo que vivo en el corazón, no la superficialidad de las palabras gastadas sin fin. Necesito que la pureza salte a la vista y cobre vida propia. Creo justo ser justa conmigo misma. Y así como con otros vínculos, me fortalezco y me extiendo en la verdadera amistad, no la de envoltorios vacíos, ni la de palabras usadas en general para saludar a todo el mundo, como si todas las personas que saludamos fueran amigas.

Mi madre me enseñó el culto a la amistad como la relación más perfecta del ser. La que trasciende lazos de sangre, de intereses de ningún tipo, y de fórmulas innecesarias para nombrarla.

Por esto, hoy me atrevo a copiar las palabras del cardenal Raniero Cantalamessa, en su predicación del 20 julio 2007, porque comparto este hondo sentir y puedo trascender mis pobres palabras, permitiéndome el eco de las suyas.

Dijo Cantalamessa aquel día…

“De la amistad se debe decir lo que San Agustín afirmaba del tiempo: «Sé qué es el tiempo, pero si alguien me pide que se lo explique, ya no lo sé». En otras palabras, es más fácil intuir qué es la amistad que explicarlo con palabras. Es una atracción recíproca y un entendimiento profundo entre dos personas, pero no basada en el sexo, como lo es el amor conyugal. Es la unión de dos almas, no de dos cuerpos. En este sentido, los antiguos decían que la amistad es tener «una sola alma en dos cuerpos». Puede constituir un vínculo más fuerte que el parentesco. Éste consiste en tener la misma sangre en las venas; la amistad en tener los mismos gustos, ideales, intereses.

“Es esencial para la amistad que se funde en una búsqueda común de lo bueno y de lo honesto. Lo que existe entre personas que se unen para hacer el mal no es amistad, sino complicidad, es «asociarse para delinquir», como se dice judicialmente.

“La amistad es diferente también del amor al prójimo. Éste debe abrazar a todos, incluso a quien no te quiere, también al enemigo, mientras que la amistad exige reciprocidad, esto es, que el otro corresponda a tu amor.

“La amistad se alimenta de confianza, o sea, del hecho de que yo confío a otro aquello que es más íntimo y personal en mis pensamientos y experiencias. A veces digo a los jóvenes: ¿queréis descubrir quiénes son vuestros verdaderos amigos y hacer una graduación entre ellos? Intentad recordar cuáles son las experiencias más secretas de vuestra vida, positivas o negativas; observad a quiénes las habéis confiado: esos son vuestros verdaderos amigos. Y si hay algo de vuestra vida tan íntimo que lo habéis revelado a una sola persona, esa es vuestro mayor amigo o amiga.” *

Cada persona sabe con quién ama tanto. Cada persona, sea cristiana o no, y en la condición que viva una amistad verdadera, brindará hoy por los amigos y las amigas que tenga para disfrutar de una vida profunda, sin amistades “líquidas” ni superficiales.

Como en Los Lirios de van Gogh, hay muchos azules y todos pueden ser bellos, pero uno blanco resalta en la multitud y ese es tu amigo o amiga.

Que la amistad sea una donación plena, porque es un don, ese regalo que Dios quiso poner en el caminar de nuestra vida.

En esa amistad saludo hoy a mis amigos y mis amigas. En esa amistad levanto los ojos al Cielo para mirarme con quienes me honraron y engrandecieron mi vida con su amistad. Salud!

*Datos del comentario: Raniero Cantalamessa, ofmcap, predicador de la Casa Pontificia, Liturgia del XVI Domingo del Tiempo Ordinario (C). Génesis 18, 1-10a; Colosenses 1, 24-28; Lucas 10, 38-42.

Imagen: Los lirios de Vincent van Gogh, realizado en mayo de 1889.

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