Aquella creación
todos los dones, las similitudes
la sombra del cristal del Universo.
La proyección del hombre primero
sobre esa mujer primera.
Acaso el grito mudo,
agudo, insuficiente
del desgarro y la voz
de ahí en más,
y al fin y al cabo
todos los poemas
de todos los poetas
cada verso,
la eterna peregrina de la duda
que se monta feroz sobre nuestras criaturas
que se cierra perfecta sobre nuestras cabezas
a golpes de suerte, de misterio, de muerte
la mirada de los dioses –los ajenos y los propios–
la única salida única
la insuperable gestión a lo perfecto
la caverna y la luz, un hombre nuevo
sus hijos, sus virtudes,
el dominio del tiempo
la creencia absoluta en ciertas finitudes
con infinitas gracias de contado –sin cargo–,
que se alejan
los paraísos perdidos –la razón y el olvido–,
la metáfora infame, la perfecta,
el instante del día, el día menos
la redondez del tiempo
el laberinto, los espejos y los sueños
los nombres precisos, precedentes perfectos,
los tres elogios, la palabra
una sílaba viva, el deseo
dije el amor, digo el deseo,
son pocas líneas
–apenas inscripciones–
que nos viene dando el Universo.
Son razones posibles de este encuentro
que serán testigos de nuestro último verso.
LC
1989