¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!
Por eso los hombres se refugian a la sombra de tus alas.
Sal 36, 8
Me hospedo en tus silencios
como en un desierto de zarzas ardientes
y temblores milenarios.
Me hospedo en la raíz de tu pensamiento
ese vuelo crecido
a la sombra de sus alas.
En la comisura de tus labios
por si tu boca me hablara
de cuanto ama.
En tu aliento adormecido
˗como fuente de agua pura-
cuando sueño y vigilo.
Me hospedo, sí,
en el hueco de tu pecho
como quien reposa en los lirios
de los campos sin olvido.
En tus manos
como cuenco amanecido
para mis lágrimas.
En tu cuerpo entero, me hospedo
con el mío, alma y espíritu,
“ese que inútilmente esperarán las tumbas”.
Me hospedo en tu eternidad.
Toda descalza criatura
ante la inexplicable visión
de lo ya dicho.
Me hospedo. O muero.
LC
Imagen: https://www.kolimprint.com/blogs/arte/vincent-van-gogh-y-su-obra-maestra-los-lirios