El 14 de agosto se cumplen 83 años del martirio de Maximiliano Kolbe, santo con
una vida inspirada en la Inmaculada Concepción y marcada por la vocación
franciscana. En 1941, fue deportado al campo de exterminio nazi de Auschwitz,
despojado de su hábito franciscano y enviado a los trabajos más humillantes, como
el transporte de cadáveres al crematorio.
Pablo VI lo definió como un «mártir del amor» ya que ofreció su vida a cambio de un
padre de familia, Franciszek Gajowniczek, que más tarde recordaría aquellos
dramáticos momentos con estas palabras: «Kolbe se salió de la fila, arriesgándose a
morir al instante, para pedir al Lagerfhurer que me sustituyera. Era impensable que
la propuesta fuera aceptada, de hecho, era mucho más probable que el sacerdote
se sumara a los diez seleccionados para morir juntos de hambre y sed. ¡Pero no! En
contra del reglamento, Kolbe me salvó la vida». Antes de morir, al ofrecer su brazo a
un guardia del campo de exterminio, pronunció dos palabras: «Ave María», el último
sello de una vida confiada a la Inmaculada.
Para recordar su obra en nuestras tierras, Vida Nueva entrevistó a Cristina Dozzi,
directora de la Revista María Misionera, del Instituto secular Misioneras de la
Inmaculada Padre Kolbe con domicilio en Olavarría, provincia de Buenos Aires.