Reflexiones

El mensaje

(encontré entre mis papeles este texto tan viejo y tan vigente…)

Convengo la necesidad de encontrarte.
No es tiempo de andar deshaciendo el tiempo.
Quizá debamos asistir al achicamiento del resultado y sintetizar la vida en aquellas pocas cosas que ya sabemos.
El mensaje sigue siendo el mismo y nos espera a la vuelta de la esquina. Nuestra mayor necedad –o terquedad o vanagloria– es no entender el milagro del hallazgo.
Caminamos con las voces de nuestros ancestros, de nuestros muertos y de toda la historia de la humanidad.
Creemos que, o hay que obedecer a rajatabla o hay que rebelarse en adolescencia permanente, no vaya a ser cosa que…
No se nos ocurre agregar o quitar a las creencias.
Vivimos intentando la digestión y atragantándonos. O mareados por la posibilidad de dar rienda suelta a una imaginación que no nos convoca para esto.
Insisto en que el mensaje está acá al lado.
Invadiéndolo todo con su permanencia, soportando nuestra cautela, miedo y tontería.
Dándose sin más. Abierto a todo. Tan posible y tan probable, tan él en su ignorancia de nosotros. Y tan pendiente al fin de su destino. Como buscándonos. Sabe que debemos encontrarlo.
Hay que hacerlo nuestro, pero sin tibiezas. Hay que darse cuenta, al fin y al cabo, de que somos nada sin el susurro consecuente de su fiesta.
Somos si lo miro. Somos si te escucha. Somos si somos capaces de sacarnos la coraza de repente y cruzar la línea imperceptible que creemos tan fuerte como invariable.
No se trata de cuestiones académicas. Ni de trabajo a destajo insoportable. Ni de penalidades, ni de absurdos, ni de sociedades misteriosas. Ni tampoco es hora de cosas importantes. Ni de días al filo, ni de ciencia oculta. No es momento de contar la historia y ponerle el índice a la memoria para echar las culpas a los que estaban antes.
De tantas y tantas cosas no se trata, que ni juzgarlas ahora con palabras.
Vayamos a lo nuestro, que por suerte o azar es bien distinto.
Amasemos lo de antes, lo de ahora, lo posible y lo imposible, que es una misma cosa, diría Borges. Lo que era y lo que es, el deber, el querer, el ser, la nada, el mito y las tinieblas, la abuela y la almohada.
Respondamos con el vino y con lo puesto. Con las agallas ciertas de lo que pasa dentro.
Convoquemos a los duendes y a las hadas, al rebelde sin causa y al esqueleto, a los huesos y las manos, a la razón y al desconcierto, al corazón y al sentimiento, a las emociones y la pasión despiertos.
Hagamos una mezcla de todo esto, sin miedo.
Y abreviemos. No sea cosa que por no estar alertas nos perdamos el encuentro.
El mensaje anda suelto.
La igualdad está en la diferencia. Lo diferente nos iguala en todo esto.
Y sólo el amor tiene más de mil manos que ofrecernos.

Lucrecia Casemajor

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