Acerquémonos, entonces,
con un corazón sincero y llenos de fe,
purificados interiormente de toda mala conciencia
y con el cuerpo lavado por el agua pura.
Heb 10, 22
Quién te lavará los pies
en esta noche.
Quién besará
tu costado
tan herido como el mío.
Quién pondrá el nardo
en tu cabeza
y lo deslizará a tus sienes
descansando el olvido.
Quién te besará
las palmas de pan
de otoños florecidas.
Quién se quedará velando
tu rostro adormecido
y acunará tu ternura
acumulada de niño.
Quién me abrazará
el silencio
y me dirá que mañana
será nuevo el rocío.
Quién recogerá el aliento
que quede suspendido.